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BESOS DE ENSUEÑO, AFECTO PASAJERO.

  • Foto del escritor: Selena Tapia
    Selena Tapia
  • 8 jul 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 28 jul 2020

La noche apenas caía, apenas, con aire fresco y una luna extremadamente bella, sus ojos estaban postrados en un solo objetivo, los labios rojos intenso que hablaban de las estrellas y las constelaciones que formaban, ella era parlanchina hasta los huesos y eso era lo que a él le encantaba de ella a pesar de que se perdía de amor por el esplendor que emanaba por doquier, ella parecía no tener interés más allá de una amistad sincera: -¿Me estás escuchando? Discúlpame he hablado todo el tiempo ¿Cómo te fue hoy? Cuéntame tu aventura del día! Él confundido y volviendo en sí, contestó: -Sabes que mi vida es lo más común del mundo no hay mucho que decir. Ella pensaba que él era distraído y que quizás se aburría con sus historias debido a que no denotaba ninguna emoción más que un afecto transitorio que sentía por ella, es por eso que hablaba de todo menos de su vida, eran quizás una especie de extraños que disfrutaban de tomar un tequila juntos y de tener una placentera conversación sobre el mundo, de la vida y de poesía.

Ella era una escritora furtiva y le gustaba declamar poesía en cualquier lugar al que iba, en una ocasión en un restaurante pequeño y sin tanto que presumir ella estaba haciendo un pequeño monólogo, Ramón (era su nombre de él) quien estaba en la barra un poco tomado para variar, escucho una voz agradable y se aproximo a ella, cuando vio a una bella dama, tímida y apasionada a la vez declamando poesía estremeciendo a la gente con su sentir, la noche llegó a su máximo alcance y al salir la mujer del lugar Ramón la alcanzó para expresarle lo mucho que disfrutó sus palabras, ella agradeció y siguió su camino; Pasos más tarde él gritó : -Te escucharé en mis sueños, hermosa mujer ¿Donde estuviste toda mi vida? Ella soltó una risita y siguió hasta perderse en la oscura calle que llevaba a su casa.

No tardaron mucho en encontrarse otra vez en el mismo lugar, a la misma hora ella declamaba nuevas palabras, nuevas historias que Ramón atesoraba y escribía en una libreta vieja y pequeña que cargaba a todos lados para luego armar melodías que le dedicaba a su platónico amor, él hacía de cuenta que tenia la rutina de ir por un trago a esa hora y fingía no tomar tanta atención aunque era quien más deleitado se sentía al escucharla declamar, un viernes en que ella terminó temprano se aproximó a la barra, pidió un tequila, él hizo un comentario al aire -Buena poesía te posee mujer, ella volteo desconcertada y le preguntó ¿Nos hemos visto antes extraño? y él contestó : Quizás, en tus sueños mi nombre es el amor de tu vida. Ella tomó su tequila de un trago y se marchó del lugar. Así pasaron varios, días y meses en los que Ramón llegaba a las 7:30pm al restaurante del fondo de la calle Castellar y se aproximaba a la barra donde pedía un whisky y esperaba ansioso la voz de la mujer de sus sueños, en ocasiones, muchas ocasiones ella bajaba del escenario y saludaba a su fan número uno, tomaba el tequila que la esperaba y se marchaba, así continuó el tiempo y Ramón se preguntaba ¿Quién era esa mujer que cautivaba por completo su espíritu y vibraba su mente y la llenaba de colores y serotonina su ser? Todo indicaba que era una mujer que no ventilaba su intimidad, ni nada relacionado con ella, sus gustos, sus ideas, su mundo…

El tiempo y los días seguían avanzando y Ramón no le expresaba absolutamente nada a su platónico amor, pero parecían tener una buena relación de amistad incluso una noche su conversación fue más larga que todas, él le preguntó ¿Que inspira tantas composiciones de versos? Ella sonrió, se levantó e hizo un gesto sutil de sígueme, él la siguió hasta un tejado viejo del techo del restaurante donde se apreciaba un buen panorama de la ciudad y una vista única del cielo y sus enigmas, a partir de esa noche la rutina era salir del bar con un whisky y un tequila para conversar sobre lo que a nadie le interesa en el tejado del viejo restaurante de la calle Castellar, así las noches tomaron un rumbo distinto para Ramón quien cada noche y cada verso se convencía de que había conocido a su alma gemela que no le correspondía aunque él podía vivir de solo platicas nocturnas y risas escandalosas en el medio de la nada.

Una noche del mes de abril Ramón se perfumó de más, arregló su cabello y tomo su libreta vieja llena de los versos de la maravillosa mujer que apaciguaba sus noches y controlaba su alcoholismo, tomo unas flores de colores sepa cuales del jardín de la vecina y se dirigió al restaurante convencido de que esa noche era su noche en que conocería el nombre del amor de su vida y le propondría un destino juntos, dieron las 7:30pm y Ramón llegó al lugar, tomó su lugar de siempre en la barra y pidió al bartender un whiskey y un tequila, esperó y esperó una, dos, tres horas y la mujer de sus versos nunca llego, así cada noche Ramón continuó asistiendo a ese lugar, se ponía un traje diferente, robaba un par de flores más a la vecina y se dirigía a la calle Castellar a esperar a su platónico amor, pero ella nunca más volvió, sorprendentemente nunca supo su nombre, su dirección o el porqué de su pasión, sólo le quedó una libreta llena de sus versos y en su memoria su peculiar voz que retumbó cada noche, cada día y cada mes durante el mar de años que Ramón volvió al lugar a esperar a su amor que no fue más que un pasajero en sus sueños de besos de ensueño que nunca se dieron, que nunca llegaron por tanto temor.


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